Revalorar lo propio

Muchas veces dicen que el “maldito gringo” tiene la culpa por el estado difícil de Latinoamérica. Pero eso es solo una parte de la verdad. Jan Doria opina: este continente es dueño de su propio destino – y debe emanciparse de Europa.

¿Por qué los países pobres son pobres y los ricos son ricos? Hay abundantes teorías para explicar las diferencias en el desarrollo de las naciones, también se puede cuestionar al propio término del “desarrollo”. Pero todas estas teorías divergen entre dos extremos: a un lado están las teorías endógenas que buscan las razones por la desigualdad en los propios países, y al otro lado están las teorías exógenas que las buscan en el afuera. Entre las últimas hay la teoría de la dependencia, pues la idea de que los países del “sur global” no se han independizado de una dependencia (neo)colonial de los poderes del “Oeste”, entre ellos también está Alemania. Sin duda esta teoría no carece de popularidad dentro de la Infostelle. Sin embargo, ahora esta misma institución ha iniciado un nuevo debate sobre la “solidaridad”, y uno debería agregarla: no es todo blanco y negro.

Para adelantar la conclusión ya: en primer lugar, solidaridad significa acabar una larga tradición de intervenciones imperiales en la política de los países latinoamericanos. Alemania debería acabar dictando al Perú cómo debe desarrollarse, y al otro lado, el Perú debería acabar orientándose en Alemania, Europa y los EE.UU. como los grandes ejemplos a seguir.

Dicho esto ya podríamos finalizar. Es por eso que normalmente tengo mucha precaución cuando me preguntan por mi opinión acerca de la política interior de cualquier país sudamericano. Pero como bien me dijo una latina hace poco, ya viví casi dos años en este continente y ya no puedo simular que no tenga opinión alguna acerca de algunas cuestiones.

En la última edición del InfoPerú, César Bazán Seminario explicó las diferencias en el desarrollo de manera clásica con el “orden mundial injusto”. Sin duda tiene algo de verdad y yo mismo soy uno de los que sacan su provecho de este orden. Y sin embargo, es solo una parte de la historia.

Para decirlo de una manera un poco radical: no sirve para nada siempre mostrar con el dedo moral al “maldito gringo” que invadió Latinoamérica hace 500 años y que se ha quedado allá hasta el presente. Esta argumentación construye una presión moral a los gringos y al mismo tiempo niega la responsabilidad latina por los problemas causados en el propio país. Porque sí hay también en el propio país razones para las diferencias de desarrollo, los cuales se deben superar allá con los propios métodos de su propia población. Quisiera mencionar dos de ellas: el ámbito de la productividad, de la investigación y del desarrollo y el de la educación y la cultura.

En el 2016, el CONCYTEC presentó el informe “Política Nacional para el Desarrollo de la Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica”. Según él, el Perú invirtió solamente el 0.08 % de su PIB en investigación y desarrollo (I&D) en el 2016, mientras que el promedio en los países miembros de la OSCE estuvo en 2.38 %.
El informe no se limita a cifras sino también cuenta la historia de los ejemplos de Corea, Japón y China: quien quiere llegar a un crecimiento económico sostenible tiene que invertir en investigación y desarrollo y en el capital humano. Por supuesto, partes de la política y sociedad peruana ya han reconocido este mecanismo, pero hasta hoy en día, el modelo económico peruano se basa demasiado en la explotación de recursos nacionales. Productos no procesados son lo que el Perú puede vender de manera mejor en el mercado mundial, y ahí los consumidores y políticos alemanes deberían pensar en su propia responsabilidad en respecto a las diversas barreras aduaneras, sanitarias y comerciales que la misma Infostelle ya criticó tantas veces.

Pero para el segundo aspecto Alemania no tiene la culpa: la cultura y la educación. Muchas veces se dice que hablar de razones culturales para explicar diferencias de desarrollo sea racista. Pero no sirve para nada cerrar los ojos ante la impuntualidad, informalidad e irresponsabilidad en todos los niveles del estado y de la sociedad, los cuales se aceptan sin preocupación alguna. En Sudamérica falta la capacidad esencial de pensar y planificar al largo plazo, de calcular las consecuencias futuras del propio actuar. Por ejemplo, el estado peruano no está capaz de hacer una planificación financiera para una duración de diez años. En el mundo del trabajo domina una orientación en las jerarquías, y demasiadas veces, los procesos se dan de arriba por abajo y no de abajo por arriba. Y en la vida diaria reina una cultura de la ausencia de reglas que sin dudas también se funda en la falta de ejemplos. “Si todo el mundo le saca la vuelta a la ley, ¿por qué voy a ser yo el único tonto que cumple?”, preguntó una vez Luis Davelouis en su columna en la República.

Todos estos argumentos no son nuevos como tampoco la teoría de la dependencia lo es. Pero ellos muestran: también existen razones endógenas para diferencias de desarrollo, y es la responsabilidad propia de los habitantes de cada país eliminarlas. Si pues la solidaridad significa que Alemania debería abstenerse de recomendaciones sabiondas, lo mismo significa al revés que el Perú debería revalorar más sus propios recursos culturales. Un ejemplo para ello podría ser la política de Evo Morales. Según el Documento Nacional de Lenguas Originarias, en Lima viven acerca de un medio millón de quechuahablantes, pero no se escucha su lengua en las calles, por lo menos no en el centro. ¿Por qué no? Porque la élite de Lima tras mirar tanto a Europa y EE.UU. declara su propia diversidad lingüística como “atrasada”. De igual manera se escucha muchas veces que la diversidad lingüística en Europa sea mucho más alta y que por eso el aprendizaje de idiomas extranjeras tenga un valor más alto allá. Pero eso no es cierto: según la base de datos lingüística “Ethnologue”, solamente un 4 % de las lenguas del mundo son originarias de Europa, que con estas cifras representa al continente con la diversidad lingüística más baja. Al contrario, un 15 % proviene de las Américas. Solo es que la dominación del español como “lingua franca” latinoamericana nos hace creer que no haya diversidad en este continente – y es esta imaginación falsa que lleva a que pocos quieren aprender estas lenguas.

¿Qué aportes más podría dar este continente en un mundo globalizado? ¿Hay algo de lo que uno como latino puede estar orgulloso? Claro que sí. En el ámbito cultural solo habría que pensar en la diversidad musical y, sobre todo en el Perú, culinaria, pero también la ya mencionada cultura del “dejar pasar” tiene sus ventajas cuando se trata de superar flexiblemente desafíos espontáneos, así como lo propuse en mi último artículo.

En el ámbito de la iglesia uno podría pensar en la teología de la liberación que – ¡empezando en Lima y en Medellín! – hizo su camino del “fin del mundo” hasta la sede de Pedro en Roma, donde hoy ya es dogma cuasi-oficial. Y la historia todavía no termina: en Octubre de este año tendrá lugar el histórico sínodo del Amazonas del cual uno puede esperar nuevos aportes para solucionar la crisis climática, un efecto del capitalismo occidental.

Al fin, me espero para Latinoamérica una revaloración más fuerte de lo propio, de lo que diferencia este continente de Europa. La solución para Latinoamérica debe venir de los propios latinos, no se la puede importar del extranjero. Algunas ideas ya se mencionaron en este artículo, ahora hay que agregarles más. Pero sobre todo se necesita un nuevo coraje de decir “Yo soy latino, y soy orgulloso serlo, a pesar de todas las dificultades. Porque mi país y mi continente le aportarán algo al mundo que ningún otro país sabrá darle”.


Jan Doria (estudiante de ciencias de la comunicación y de romanística en la universidad de Tubinga, fue estudiante de intercambio  en la PUCP).


Artikel auf Deutsch: https://www.infostelle-peru.de/deutschland-und-peru/auf-eigenes-setzen/